Una Visión de Familia

Rut y Noemì: Una historia familiar de salvaciòn
Rut y Noemì: Una historia familiar de salvaciòn

 

“… porque dondequiera que tu fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios…”   (Rut 1:16/ RVR-1960)

 

Se afirma que, en una familia se heredan todas aquellas características genéticas que pasan de los padres a los hijos; un gen saludable o un gen enfermo,  pasa  de una generación a otra; un gen con fuerte sentido de honestidad y justicia  o un gen con tendencias delictivas, destructivas o suicidas, suelen también repetirse en una generación tras otra. Pero, además, hay algo que se llama destino, destinos trágicos y  de pobrezas o destinos felices y prósperos que se heredan familiarmente, y que se repiten en los diferentes ciclos de vida de cada generación.

 

El libro canónico antiguo testamentario de “Rut”, nos ilustra en síntesis de vidas de lo que es la historia de la salvación en una visión y drama familiar; y lo sorprendente es la similitud que tiene esta antigua historia familiar, con lo que vendría a ser  la historia de la salvación en base a la venida del hijo de Dios, a este mundo, intermediando lo trágico de su muerte en la cruz, con el fin de rescatar a las familias del mundo.

 

El “libro de Rut” dentro del Canon Hebreo, está ubicado en los rollos clasificados como los Ketuvin  o  “los escritos”; y en el Canon Griego se le ubica en la sección clasificada literariamente como “libros históricos”.  La relevancia de este “libro de Rut”, como debió ser el criterio para integrar un libro al canon antiguo testamentario, fue su vinculación con la familia del rey David; o dicho de otra manera, su vinculación con la familia humana de Jesús, el Mesías.

 

El “libro de Rut” nos relata la historia de una familia de Belén de Judea; familia compuesta por Elimelec, su esposa Noemí y sus dos hijos Malhón y Queliòn.  Elimelec, el jefe de familia, dejó Belén  (casa de pan), a razón de una hambruna que había en su tierra;  llevando a toda su familia hacia los territorios de Moab, en busca de un mejor destino.

 

En la tierra de Moab, muere Elimelec; quedando Noemí con sus dos hijos en tierra extranjera; luego sus dos hijos se casan cada uno con mujeres moabitas, de nombres Orfa  y  Rut. Pasado diez años, mueren los dos hijos de Noemí, dejando en la orfandad, a estas mujeres en un mundo dónde  una sociedad machista  era lo normal y las mujeres eran personajes de segunda categoría, dependientes y dedicados a labores domésticas.

 

Noemí interpreta este destino como un castigo de parte de Dios, a razón de haber dejado su tierra que era parte del pueblo elegido, para ser bendición a las familias de la tierra, según la promesa hecha por Dios al patriarca Abraham. En su retorno a Belén, porque escuchó que Dios había visitado a su pueblo con abundancia, no quiso ser llamada Noemí, nombre que significa “placentera”  o feliz en lenguaje popular,  sino “Mara”, que significa  “Amarga”.

 

 

Noemí  antes de retornar a Belén, pidió a sus nueras que eran jóvenes, que se quedaran en su tierra de Moab, para que tengan la oportunidad de rehacer sus vidas; pero, sólo Rut insistió hasta el final ir con su suegra. Rut se sentía vinculada al pueblo de Dios, especialmente por la familia de Noemí; las enseñanzas, historias y valores morales y religiosos, aprendido de su suegra Noemí y durante su matrimonio con uno de sus hijos; habían quedado en lo más profundo de su espíritu. Dejar a su suegra era desvincularse de esa fe en el Dios de Israel, dejando a la posteridad de creyentes la más hermosa declaración de fe y decisión personal: “… a dondequiera que tu fueres, iré  yo, y dondequiera  que tu vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”.

 

Esta historia termina con el nuevo matrimonio de Rut, la moabita,  con Booz, un pariente lejano de Noemí. Matrimonio asesorado por su suegra Noemí  y siguiendo toda la tradición legal  para su matrimonio con Rut,  por la grandeza moral y espiritual de Booz. 

 

 

La conclusión de esta trágica historia familiar con un final feliz;  se explica en que tanto Elimelec y sus hijos Mahlòn y Queliòn vinieron a tierras de Moab, para morir, con el objeto de traer a la salvación y a la integración de la historia del pueblo de Dios, a esta moabita Rut.  Booz y Rut llegaron a ser los tatarabuelos del rey David, de cuya descendencia  Dios levantaría a Jesús el Mesías.

 

 

El “libro de Rut” es el Evangelio del Antiguo Testamento; pues así también,  esta historia familiar se repite en Jesús el Mesías, que  vino a esta tierra de tan lejos, solo para morir por la salvación del mundo.

 

Moab era un pueblo que no era parte de Israel, y había tenido un origen vergonzoso; había nacido producto del incesto  de la hija mayor y su padre Lot. Sin embargo, por la fe de Rut, ésta fue adoptada por el pueblo de Dios y la familia mesiánica. Lo sorprendente de esta historia, es que en la genealogía de Jesús el Mesías, no solamente aparece la moabita Rut, sino también Rahab, una ramera que le creyó a Dios y colaboró e hizo pacto con los espías de Josué, que se habían infiltrado en la ciudad de Jericó; llegando a ser después,  la madre de Booz,  casada con Salmón, su padre.

 

Dios en verdad cambia el destino de las familias en el mundo y las integra a su plan de salvación; la idea de Dios no es verdad que haya sido solo la salvación de los judíos, sino también, de todas las familias de la tierra.

 

Hay dos instituciones que Dios ha inventado y dependen en su organización, de los principios que Dios ha provisto para su sana convivencia humana, en sus respectivos ambientes naturales;  una es la familia y la otra es la Iglesia.

 

Desde el punto de vista secular, se afirma que la familia es la célula básica de una sociedad; así que una nación, una ciudad, una región, un distrito o un barrio,  está conformado por un conjunto de familias.

 

Es importante rescatar lo que es una visión de familia; si nuestra sociedad está en crisis, se debe a que su célula básica ha entrado en crisis.  Una familia “supuestamente moderna”, que no toma en cuenta los principios de Dios,  está encaminada al error y al más grave y abismal egoísmo, que deteriorará las relaciones familiares, y por consecuencia, la de una nación.

 

Lo positivo en nuestra sociedad peruana, es la existencia de muchas empresas familiares y  del trabajo conjunto de los padres, esposos e hijos; y en algunos casos hasta sobrinos y nietos. Y que en la actualidad la mujer tiene un rol relevante en nuestra sociedad moderna.

 

Pero, lo negativo es la poca importancia que nuestros políticos dan a la familia; y ese machismo retrogrado, que expresa “lo poco hombre” que son algunos que critican o acusan a un varón que trabaja en armonía con su esposa. Solo los hombres con complejos machistas se tambalean en su autoestima varonil, cuando sus esposas destacan socialmente. Los hombres sin complejos se sienten  alagados y contentos, cuando sus esposas destacan social y empresarialmente.

 

El presidente norteamericano Obama, cuando anda con su esposa, destaca una visión de familia, y nadie le critica por ello; pero, aquí en el  Perú, cuando su presidente habla de una “visión de familia” y muestra armonía de trabajo con su esposa, se le vienen encima con sus “periodicasos”.  Seguramente,  si el actual presidente del Perú torturara a su esposa, le “sacara la vuelta”, se divorciara, mostrara a un hijo como fruto de alguna aventura o anduviera como un jovencito enamorado con una y otra mujer, eso sería lo normal para nuestros políticos peruanos;  lo contrario les causa rareza: Vivimos “un mundo con los valores al revés”.

 

Estoy de acuerdo en que la Navidad es una fiesta familiar; pues nos recuerda que un día el Hijo de Dios, dejó los cielos y vino a esta tierra,  destinado para integrar una familia de Belén de Judea; a la familia de José y María,  que eran parte de la genealogía mesiánica y de una historia familiar de salvación.

 

Si los éxitos en la vida no pueden ser compartidos en familia, ¿de qué sirven?  Si los momentos buenos o malos no pueden ser sobrellevados en la compañía de la familia, ¿en quién confiaremos?  ¿Y quién nos dará el soporte emocional, moral, psicológico y espiritual?

 

No importa cual haya sido nuestro origen familiar, si vergonzoso, honroso, por fuerza o por error; Jesucristo vino a esta tierra para cambiar los destinos familiares. De lo negativo a lo positivo; de lo peor a lo mejor;  de lo exitoso a la seguridad de años y a una herencia genética sana.

 

Dale un lugar en tu familia a este salvador de la familia humana; al salvador Jesús, el Mesías.

 

 

¡Lee la Biblia!

 

 

 

 (C.A.S.)/ Un comentario del libro de “Rut” desde una óptica soteriológica

 

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