“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él”
(“Mateo” 2:1-3/RVR 1960)
En la festividad navideña tradicional que cada uno de nosotros celebramos, aludimos a aquellos elementos que componen y expresan nuestras culturas religiosas y valores familiares tradicionales. Y ya inmersos en esta fecha navideña, iniciamos los preparativos correspondientes. Sin embargo, la historia del “Nacimiento de Jesús, el Mesías”, continúa impreso en las páginas de la Santa Biblia, como una fuente de datos fidedignos que nos hablan de este primer adviento, como un Mensaje Universal de Amor y Paz Inclusiva.
La tradición, dijo alguien, es un referente de identidad y de pertenencia; aunque la articulación de sus explicaciones y expresiones simbólicas ceremoniales, casi siempre son irracionales, obsesivas y míticas. Digo esto, porque quizás alguien piense que esta reflexión está fuera de fecha; sin embargo, reitero, soy deudor al ministerio de la predica de este Mensaje de Salvación siempre vigente, mientras halla cielo, tierra y mar, y seres humanos como habitantes de este planeta tierra.
¡Insisto!, que no es casualidad sino el propósito de Dios, que no se sepa hasta hoy la fecha exacta del Nacimiento del Mesías; y que, además, todos aceptamos que el 25 de diciembre fue una fecha pagana acomodada por la cristiandad romana. Se tiene una fecha aproximada del año de su nacimiento, entre el 6 y 4 a. C.; calculando la matanza de los niños, la muerte de Herodes y el Censo romano; pero, no hay idea sobre día y mes. Y es que el propósito de Dios no fue que celebráramos su nacimiento, sino su “muerte vicaria en la cruz”. Además, sería una herejía celebrar su “cumple años”; porque Jesús, el Mesías, es ahora el Eterno, el Cristo Celestial; el cual, en su segundo adviento, viene como Juez de toda la tierra, como el Rey de reyes y Señor de señores.
No hay forma de medir la eternidad; no podemos decir dónde empieza o dónde termina, ni podemos medirla por nuestros años mortales.
Lo interesante de esta historia inicial de salvación, fue como Dios atrajo inclusivamente a personajes no judíos, de otras tierras lejanas, revelándoles por el brillo de una estrella en el firmamento, este acontecimiento de la llegada del Mesías al mundo. Me refiero a los magos de procedencia iraní, que eran hombres sabios, estudiosos o dedicados a la observación de los astros.
Indudablemente, lo que ellos recibieron y los guio, fue una Revelación de Dios. Esa estrella que reconocieron y que les anunciaba el Nacimiento del Mesías los atrajo a Judá, y ante el rey Herodes, al cual le pedían referencias acerca de “el rey de los judíos”. Este rey infanticida Herodes, se sobresaltó, y entendió que tendría que eliminar a este nuevo rival, como lo había hecho con sus propios descendientes naturales, para que nadie pueda rivalizar ni ser antagónico con su trono.
La narración bíblica del Evangelio canónico de “Mateo”, dice, que Herodes indagó entre las autoridades especialistas en la lectura de las Santas Escrituras (principales sacerdotes y escribas o intérpretes de la ley); los cuales le informaron que era el pequeño pueblo de Belén de Judá, donde nacería el Mesías. Herodes, queriendo sorprender a los magos, les compartió esta información y le pidió a cambio, que regresaran a él, para que le informaran dónde encontrarlo para adorarlo.
Camino a Belén, los magos de procedencia iraní divisaron “la estrella que habían visto en oriente que iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo dónde estaba el niño”.
Claro, no nos imaginamos una tremenda estrella y todavía dentro de nuestra atmósfera, guiando a estos magos; sino que ellos miraban al firmamento reconociendo a la estrella que, al posicionarse en un determinado punto de la extensión de nuestro universo, les permitió a ellos hacer un cálculo matemático exacto, que les dio la ubicación de la casa del Mesías, en ese momento el niño Jesús. Este pasaje de la Biblia nos da una idea de como se perfilaba ya, desde esas épocas, la ciencia astronómica, que hasta hoy se basa en la observación (que es uno de los puntos de partida del conocimiento científico); y el cálculo matemático para ubicar las distancias entre los astros y las direcciones que puedan tener la movilidad de algunos de ellos en el espacio sideral. La Revelación de Dios, nunca ha sido ni será irracional; la ciencia de Dios es comprensible e inteligible a nuestro entendimiento.
Después de adorar al niño Dios, la Biblia dice que los magos fueron advertidos por un ángel en sueños, para que no regresaran a Herodes que pretendía engañarlos; y que al enterarse Herodes que los magos no le habían hecho caso, desató una matanza de niños de la edad aproximada de Jesús, menores de dos años. El infanticidio ha sido la salida de reyes ególatras y necios, que engañados por su particular visión personal, pretenden sobre pasar al tiempo, pensando que ellos siempre serán eternos y necesarios; y dedican todo su reinado a destruir a todos sus rivales, reales y supuestos, presentes y futuros, con preferencias a la matanza de niños con futuro a ser reyes.
Estos magos extranjeros de origen iraní, nos revela que Dios inició su Mensaje de Salvación incluyendo y no excluyendo, a los diversos pueblos del mundo.
Quizá nos sorprenda la procedencia iraní de los magos; y mucho más nos sorprendería saber que la cuna de las misiones cristianas para los continentes asiático y europeo, inició con el “Primer Llamado Misionero” que hizo Dios, a estos grandes apóstoles Pablo y Bernabé, nada menos que en Antioquía de Siria.
Irán y Siria, antes de Mahoma, antes de las cruzadas, antes de las guerras mundiales y de las “naciones unidas”; eran parte de la Historia y Mensaje de Salvación Incluyente.
El mensaje no- verbal al respecto del “Nacimiento de Jesús, el Mesías”; significa que, Dios no soportando más ser indiferente o ajeno al drama humano, bajó de los cielos para ser parte de nuestra historia universal y de la familia humana, convirtiéndose en el profético Emanuel, es decir, en “Dios con nosotros”. Enseñándonos a dar lugar en nuestros corazones al amor que es incluyente, y no al odio que excluye. Y promoviendo la paz “entre nosotros” y “con los otros”, sin muros invisibles de rencor y rechazo a los diferentes.; que es el peor de los muros que podríamos construir.
El Mensaje de Salvación del Mundo, es por siempre, un Mensaje Incluyente.
¡Lee la Biblia!
(CAS)/ Un Mensaje Cristiano Bíblico, en el marco de una festividad tradicional