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27

feb

2011

Temblores en Lima y simulacros citadinos

Simulacro limeño nocturno 26 febrero 2011
Simulacro limeño nocturno 26 febrero 2011

El pasado 26 de Febrero del año en curso, se ha ejecutado en la gran ciudad de Lima, Perú, un simulacro nocturno, que anecdóticamente fue precedido por un temblor natural diurno de 5 grados; los geólogos expertos en movimientos sísmicos, advierten que “ya nos toca” como gran ciudad capital, un terremoto de magnitud Chile o Haití. Pero, toda predicción puede aportar prevenciones, pero, no exactitudes de tiempo, fuerza o magnitud de los supuestos terremotos a suceder en Lima.

Valgan verdades, que este simulacro nocturno, fue económico, superficial y de trascendencia solo publicitaria. ¿Por qué? Poca logística, y además, porque si hubiera un terremoto de magnitud Chile o Haití, Lima cuadrada se hundiría, especialmente los edificios próximos al entorno de la Plaza Mayor, cuyo subsuelo está asentado sobre vacíos (subterráneos, catacumbas); así que esta zona, tendría que ser catalogada de “no segura”, en un terremoto.

El Perú profundo padece en estos tiempos de inundaciones y deslizamientos de lodo y piedras, que traen desastres a sus viviendas y a su modo rural de vida; mientras que la gran ciudad de Lima, solo sufre de sustos por los sacudones abruptos y brevísimos, de los temblores naturales. Ya tenemos tiempo, décadas, ensayando una reacción de buscar protegernos en zonas de seguridad, en simulacros de terremotos; hay una razón de Dios, de porque esta gran ciudad aún no sufre un terremoto devastador, y es ¡gracias! al pueblo de Dios, residente en Lima.

Se mueve el piso, percibimos el ruido telúrico extraño, y nos decimos a nosotros mismo desde muy adentro, “¡ahora sí; tenemos un terremoto! Pero, luego, sorpresivamente, se detiene de manera instantánea.

En la Biblia encontramos el ruego intercesor del patriarca Abraham, por Sodoma, y en especial por su pariente Lot: “¿Destruirás también al justo con el impío?” (Génesis 18:23). Argumentaba Abraham ante Dios, que si hubiera 50 justos, ò 40, ò 30, ò 20, ò 10; ¿Dios destruiría también a estos justos, juntamente con la gran ciudad pecadora? Y Dios, respondía: “…No la destruiré,…por amor a los diez:” (Génesis 18:32)        

Debemos enterarnos que las iglesias más dinámicas, se encuentran en la ciudad de Lima, no hay iglesia o movimiento evangélico, que no esté en actividad   continua de ayuno, oración,  vigilias, bautismos, campañas de predicas y enseñanzas, concentraciones de adoración, seminarios y múltiples servicios a la comunidad. No hay iglesia evangélica que no esté buscando y ministrando a Dios, con el corazón, el alma y las fuerzas. No hay iglesia evangélica en Lima, que no esté convencida que solo Dios podrá salvar a este mundo extraviado de la justicia, de la verdad y del discernimiento entre el bien y el mal; y por esta causa realizan testimonios evangelisticos de choque público. ¡Gracias a Dios, por estos justos! razón por lo cual, Dios detiene su castigo y le extiende oportunidades de salvación a esta gran ciudad pecadora, violenta y corrupta. Si en algún momento este movimiento evangélico se detiene o flojea en sus actividades, ese día vendrá lo que los limeños tanto temen.

Estamos enterados de las zonas vulnerables y de mayor devastación en pérdidas de vidas y daños materiales en la gran ciudad de Lima, si sucediera un gran terremoto; pero, la respuesta de los gobiernos de turno, sigue siendo por la opción más económica, es decir, simulacros preventivos. Aunque las viviendas, o barrios enteros en esas zonas vulnerables, se desbaratan de por sí, deteriorados por el tiempo; y las autoridades solo son decorativas cuando pasean por estas zonas, supuestamente para supervigilar y prevenir desastres estadísticamente.

Hay un mensaje de Dios en todos estos desastres naturales que castigan al mundo de hoy, “que el cielo tiene soberanía sobre toda la tierra”; (Salmos 93:1,2), y que el hombre moderno, con toda su ciencia y tecnología, no tiene el control de estos fenómenos naturales, que desbordan la cotidianidad de las sociedades humanas en el planeta.

El peor error en estos casos de continuos desastres, es pensar que lo que está sucediendo es algo mecánico, parte de las leyes de la naturaleza que actúa de por sí, independientemente de otra ley superior que la controla; y esperan de que por sí misma se corrija. Escuchaba a una periodista televisiva, que muy enajenada y en ese sentido de la rutina del curso de lo natural, afirmaba que los desastres que están pasando en nuestro país, no tiene nada de sobre natural, que es algo que pasa cada año y punto. Y piensa que con decir eso, ya está controlada la fuerza incontenible de la naturaleza.

El libro poético de Eclesiastés nos describe esa rutina de la naturaleza: “Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea el norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de dónde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.” En ese sentido de la rutina natural, el hombre piensa que todo debe seguir igual, que la naturaleza debe funcionar mecánicamente de acuerdo a sus estaciones, y no quiere entender que lo estacionario del clima está alterado hace mucho tiempo, por una ley superior que controla y descontrola esta rutina natural.

De parte de Dios, les traigo una invitación: ¡Clamen a Dios! ¡Imploren sus misericordias que son muchas y alcanzan a todo ser viviente! Esto es lo que no hace el hombre ante los desastres naturales, solo se ha dedicado a sentir su impotencia, y a contar sus víctimas; solo se ha dedicado a maldecir y calificar de loco al clima; solo se ha dedicado a experimentar sus miedos y correr a sus zonas de seguridad.

El Salmos 107, nos enseña de este clamor necesario: “Los que descienden al mar en naves….ellos han visto las obras de Jehová…Porque habló, (Dios), e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus ondas (olas)…Sus almas se derriten con el mal. Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil. Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Y así los guía al puerto que deseaban. Alaben la misericordia de Jehová (Versículos 21 al 31)

Y a los creyentes les exhorto, Dios les ha dado autoridad para interceder por la naturaleza; cuando ustedes pidan a Dios, que la naturaleza sea benigna con los pueblos o detenga sus azotes, Dios lo hará.

Quieren que la tierra se aquiete, que las inundaciones terminen, que las plagas se corten, que la lluvia caiga sobre la tierra seca, que los desastres naturales no sigan diezmando a tu población; ¡clamen a Dios! Y dejen de maldecir. Dios es la ley superior que rige todo este finito universo.

¡Oh, Dios, sálvanos! ¡Que los pueblos clamen a ti! ¡Que los justos intercedan! ¡Que las naciones tengan conocimiento de Cristo Jesús, como Señor y Salvador!

Y levantándose, (Jesús), reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece” (Marcos 4:39)

 

¡Lee la Biblia!

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