“…yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló el profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años….
Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.
Y oré a Jehová mí Dios e hice confesión diciendo: Ahora Señor…hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas…”
(La Biblia, Daniel 9:2-4/RVR 1960)
Los verdaderos profetas del Antiguo Testamento eran hombres santos, conscientes de la historia de su pueblo y los patriotas más fervorosos e ilusos, porque buscaban el bien de su pueblo y soñaban con una patria hermanada, próspera y temerosa de Dios.
¿Por qué se repiten las mismas historias negativas y trágicas en el ciclo de vida de los pueblos?
Quizás porque el mundo lo seguimos habitando las mismas criaturas humanas imperfectas, egoístas, violentas y con una tendencia natural hacia el mal.
Quizás porque hemos preferido maquillar nuestras propias historias, evadiendo remarcar lo traumático, lo vergonzoso, lo errado y lo incapaces que hemos sido para corregirnos y superarnos en el tiempo.
Quizás porque el mismo Dios de la Biblia está vigente en nuestras historias presentes y eso explica los males que vienen sobre nuestros pueblos, como juicios de Dios por nuestras vidas inmorales, por nuestras injusticias y por nuestras guerras fratricidas y económicas.
Miraba un programa televisivo dominical hace poco, en que una periodista entrevistaba al abogado de la primera dama de nuestro país; la periodista panorámicamente evidenciaba parece, un vehemente deseo de cobrar su bono, porque sus argumentos se mantenían en la “sin razón” y en disparatadas afirmaciones fragmentadas, y con la intencionalidad de no dejar hablar al abogado. El punto repetitivo era “lavado de activo”; a lo que el hombre experimentado en “derechos” refutó jurídicamente, que en este caso en que se trata del haber de la primera dama, “no se puede tipificar jurídicamente como lavado de activo”.
Esta entrevista en verdad, me hizo recordar el ambiente de los `90, en que los periodistas y medios subordinados a un poder dictatorial, atropellaban a sus entrevistados contrarios sin entender ni respetar razones; sosteniendo “su interpretación auténtica”, afirmando ilógicamente que 2+1 era =2 y no =3
En la semana, los medios alineados y concentrados se dedicaron a desparramar un huayco de titulares, con lo que la periodista había afirmado, “lavado de activo”; pero, eclipsando lo que el abogado había refutado: “¡no tipifica jurídicamente!
Lo preocupante en esta historia es lo que aparentemente se va deslindando en la realidad nacional de nuestro país; me refiero “al ambiente de los ‘90”, en que tanto “los medios de comunicación” como “el poder judicial “de aquella década, estaban subordinados al poder político y económico de ese entonces. Estos eran los brazos de la más grande corrupción en la historia de nuestro país; desprestigiando con titulares negativos a sus contrarios y armando procesos judiciales de nunca acabar, que estigmatizaron a los honestos de personajes sospechosos.
Esta percepción que hay de la repetición del “ambiente de los ‘90”, en la historia presente, nos hace inquirir: Si los rostros de la corrupción de dicha década: políticos, empresarios, jueces, autoridades y dueños de canales de televisión fueron judicializados acabando en prisión y otros huyendo del país; ¿por qué se está repitiendo la misma historia con la misma estrategia?
Es que hemos tenido una visión sesgada de lo acontecido en esa época, y hemos desapercibido esos grandes intereses asociados en cada país, con “sus megas testaferros”; grandes intereses que no les importa patria ni bandera, sino su beneficio comercial y particular; grandes intereses cuya mala práctica siempre ha sido el corromperlo todo con su don dinero. Grandes intereses que brinda el paraguas de la impunidad a “sus productos finales”
Hoy ya no se compra líneas editoriales, sino se compra a la empresa completa o en parte; para alinearla a su propio negocio y visión política.
Hoy el poder judicial sigue en acusaciones de corrupción, por los casos evidentes de la “red de Orellana” y el “caso Ancash”; y sigue mostrándose cada vez más subordinado a intereses extraños y particulares, cuando con facilidad desarchivan casos que ya son “cosas juzgadas”, para ser parte del show mediático y sentenciando al tramitador de papeles, en el caso de “los narco-indultos”, no involucrando a los responsables directos del indulto presidencial y de su ministro de justicia en ese entonces.
Cada vez estoy más convencido, que somos lo propios ciudadanos quienes debemos buscar la verdad y la justicia; no serán los medios ni los periodistas que nos han desinformado, los que nos ayudaran a encontrar dichos valores. Y cada vez más estoy descorazonado, por aquellos compatriotas “mediòpatas” que visten, bailan y solo repiten titulares rimbombantes sin el más mínimo análisis.
Considero que ha llegado la hora en el Perú, en que los ciudadanos debemos empoderarnos de nuestro destino político y social, que no se limite solo a elegir autoridades o a marchas de protestas con piedras y palos; sino siendo pensantes y compartiendo ideas que construyan país, nuestro país.
Los ciudadanos pensantes debemos ser contestatarios con el mal periodismo, y deben usar todos los medios democráticos de comunicación posible, para despertar a los ciudadanos cautivos a una verdadera percepción de la realidad nacional.
¿Por qué se repite la misma historia de corrupción en nuestro país?
¡Ustedes mismos respóndanse!
¡Bien por el dialogo! ¡Mal por los señores “contreras”!
Un joven estudiante de misiologìa del Nivel I, de un Seminario de Misiones, me preguntaba si el pastor Lay había dejado de ser cristiano, por ser contrario al dialogo entre las representaciones políticas partidarias; pues, una posición principista por la unidad es testimonio cristiano. Yo le dije que ¡no!; sino que en el juego político de suma y resta, el prefirió la posición de su aliado qué es el partido fujimorista. Y les decía, que es muy difícil ser consecuente con la ética cristiana en el ámbito político; y muy pocos quieren pagar el precio, “a la hora que canta el gallo”.
Ya casi a una semana del dialogo, y ese “periodismo cizañero” se ha esforzado por desvirtuarlo en su importancia; y pretenden usar a la “izquierda”, afirmando que todos los dialogantes son de la “derecha”; y haciéndoles recordar que fueron supuestamente “traicionados”, aunque ellos también hicieron su parte, bajándose del carro.
No estoy de acuerdo con expresiones despectivas o fueras de las formas del respeto; pero, unos no valen más que otros; y la exigencia del respeto verbal debe ser para todos. Pero, no es posible que se le impida su libertad de expresión al ministro más popular de este gobierno; porque algún político o “diosa” del periodismo, se sientan intolerantemente ofendidos. Seguramente que al pedido de la cabeza del señor Urresti; los amigos de los “narcos” estarán coreando el pedido.
¡Dios guarde al ejecutivo y a nuestra nación; y tenga misericordia de nuestros pueblos!
¡Lee la Biblia!
César A. Salinas/En mi libertad de pensamiento y de expresión, amparado por la Constitución Política del Perú