Lluvias de aves y olas de peces muertos

En los inicios del nuevo año 2011, como en todo comienzo de año nuevo, la gente pone en práctica su superstición: consulta a los adivinos, se viste de amarillo, se baña con x poción para la buena suerte, se encomienda a sus creencias folklóricas, etc., etc.; con la finalidad de obtener un mejor año. Pero, el nuevo año 2011, lo iniciamos con una lluvia de pájaros y con olas de peces muertos, en América, Europa y Asia; atribuyéndose este fenómeno a “un gran misterio”; misterio que los científicos asalariados y mediatizados, dicen que están develando.

Pero, para la gran mayoría en el globo terráqueo, no hay ningún gran misterio, porque la única causa es el drástico cambio climático que estamos experimentando desde hace décadas, debido a la actividad contaminante del principal habitante del planeta, el hombre moderno. Ver a estos pájaros cayendo a tierra, y a estos peces flotar inertes en el mar, quizá solo haya sido un espectáculo natural privilegiado ante la óptica popular, de ver como desaparecen las especies y hasta qué grado ha llegado la contaminación ambiental.

Dan que pensar, los “naturalistas moderados o exagerados”, que afirman que todo está bien, que es normal estos fenómenos naturales bioclimáticos. ¿Cómo que estamos bien? Pero, estamos dejando atrás, un año 2010 con los peores desastres naturales, con la muerte de millares de seres humanos, por terremotos, inundaciones, huracanes; dejamos atrás un año con la actividad extraña de volcanes que han paralizado el tráfico aéreo en Europa, con su humeante ceniza; un año de nieve y frio, que ha interrumpido la cotidianidad de la ciudad emblemática de la primera potencia política y económica del mundo. Y a inicios de este nuevo año 2011, todavía estamos arrastrando algunos de estos desastres naturales; y vemos como un país entero está jaqueado por una plaga; todos conocemos el caso Haití.

Los cristianos, como toda persona atenta a lo que pasa en nuestro planeta, nos remitimos a nuestra fuente de autoridad y de conocimiento relativo y absoluto, que es la Santa Biblia, para interpretar “los signos de los tiempos”, y estar conscientes de ¿cuál es el tiempo en que vivimos? Por ejemplo, un indicador sìgnico profético, lo encontramos en el espectáculo natural el año pasado, no solo de uno, sino de varios volcanes expansionando sus humeantes cenizas al aire; “...fuego y vapor de humo…antes que venga el día del Señor, grande y glorioso.” (Hechos 2: 20-21).

El mar, como el gran depósito de los desechos y aguas servidas, de las megas ciudades en su entorno; como depósito de los derramamientos de petróleo y desechos químicos, por la casualidad o por modalidad; antaño, como depósito de experimentos de explosiones de bombas atómicas y guerras mundiales; nos remite al texto de Romanos 7: 21-22: “…la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción…Porque sabemos que la creación gime a una y a una sufre dolores de parto hasta ahora.” El mar emite su gemir, y nos dice: ¡Basta ya!

Los desastres naturales que ya no parecen recurrentes, sino continuos, como son ahora las inundaciones, el frio y el temblor de la tierra, y que afectan principalmente a los ciudadanos de “Villa Miseria”, y que obliga a los gobiernos que se pavonean de su macro economía, a romper el chanchito para asistir a su población pobre; nos trae a memoria los textos bíblicos de Salmos 18: 13: “Tronó en los cielos Jehová y el Altísimo dio su voz: Granizo y carbones de fuego” Y el Salmos 107: 33-34: “El convierte los ríos en desierto; y los manantiales de agua en sequedales;… por la maldad de los que la habitan.”

La muerte de estas aves, criaturas hermosas, frágiles y advenedizas, que han conmovido y sorprendido a la población mundial; indudablemente, según las palabras de Jesucristo, el Señor, este espectáculo de las aves que caen a tierra en estado agónico, es “una señal de Dios”. Porque, el Maestro Divino enseñó: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre”. (Mateo 10: 29). Ha sido la voluntad de Dios, este fenómeno con las aves muertas, para que el hombre se dé cuenta que ha perdido su capacidad de conmoverse, ante el espectáculo de la muerte masiva de la especie humana, que paralelamente al otro fenómeno, han muerto por inundación, por plaga, por conflictos raciales, por la absurda violencia. Además, sentenció Jesús, el Señor: “¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mateo 10: 26b). Indudablemente, la especie humana vale más que la especie de las aves.

Seguimos en la actualidad, contemplando el espectáculo lastimero de la muerte por inundación, de los ciudadanos de las “villas miserias” en Brasil; la muerte lenta por la plaga del cólera en Haití; y de la ciudad de La Oroya, en Perú, asentamiento histórico minero, cuya población respira y come plomo a diario; cuyo medio ambiente no es recomendable para la vida humana; que tiene vigente un decreto para que la población entera sea trasladada a otro lugar con condiciones ambientales de vida humana, pero, que hasta la actualidad, no se quiere romper el chanchito, para salvar el presente y el futuro de esta especie humana en agonía.

Vivimos el tiempo “en que la maldad humana ha crecido y del enfriamiento del amor fraterno” (Mateo 24: 12).

Hay mucha población en el mundo de hoy, que siguen mostrando un espectáculo de lastima, por desastres naturales, por hambre, por plagas, por guerras, por marginación, por pobreza, por delincuentes de “cuello blanco y corbata”, que han secuestrado a un país entero.

¡Oh, Dios, sálvanos!; ¡que no perdamos nuestra capacidad de conmovernos y de actuar ante el drama de nuestros semejantes!

El Señor, dice:”…más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:31)

¡Lee la Biblia!

(CAS)