“Yo soy Jehová, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen…No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres…”
(Éxodo 20: 2-5 / RVR 1960)
Introducción
La Ley Escrita en Tablas revelada por Dios, en el monte Sinaí, mediante el profeta Moisés, en realidad tuvo su precedente en el Jardín del Edén; categóricamente era una Ley Oral de vida o muerte, condicionada por la obediencia. Esta Ley Oral fue pronunciada por Dios al primer hombre Adán, escuchándose así: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; (incluyendo el árbol de la vida), más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (“Génesis” 1: 18,19)
El hombre por supuesto transgredió esta Ley Oral de Dios; y vino como castigo la muerte.
Pero, además, tanto el primer hombre como la primera mujer no reconocieron su responsabilidad y culpa; Adán se justificaba diciendo a Dios: “La mujer qué me diste por compañera me dio del árbol”. Y Eva decía: “La serpiente me engañó, y comí”.
Entonces, Dios como un Juez Justo, separa a un pueblo que represente a la humanidad ante el escrutinio divino, y pruebe su inocencia o su culpa. ¿De qué manera? Escribiendo en Tablas su Ley Moral; para que el hombre sea justificado o condenado, por el cumplimiento o incumplimiento de la Ley de Dios Escrita.
Por ello, en la doctrina apostólica paulina, en ese tratado magistral sobre el alcance y propósito de la Ley de Dios Escrita, en la Epístola a los “Romanos”; se enseña que la Ley vino para señalar el pecado y la culpa del hombre; y que hay ahora una única manera de ser justificados ante DIOS, y es por la fe en los méritos del Hijo de Dios, que fue el único que cumplió toda la Ley de Dios Escrita.
La Ley de Dios Escrita en Tablas
El Decálogo que fue revelado por Dios en el monte Sinaí; por medio de Tablas Escritas y según el Libro del “Éxodo”, se dio estando todo el pueblo congregado bajo este monte, acudiendo al llamado del Dios que los había librado de la esclavitud entre los egipcios, y en un contexto sobrenatural y evidente de la manifestación visible y audible, de la Gloria de Dios.
Este Decálogo priorizaba una Relación Vertical entre Dios y los hombres, en sus primeros cuatro mandatos, afirmando: 1) No tendrás dioses ajenos. 2) No te harás imagen, ni ninguna semejanza… No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. 3) No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano. 4) Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
Resaltaba además una Relación Filial Hijos-Padres, con promesa: 5) Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra.
Y, por último, también tenía en importancia una Relación Horizontal Hombre- hombres: 6) No matarás. 7) No cometerás adulterio. 8) No hurtarás. 9) No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. 10) No codiciarás la casa de tu prójimo. (“Éxodo” 20: 1-17)
El Arca del Testimonio; como conocimiento general, debemos saber que las Tablas de la Ley de Dios, escritas por el dedo de Dios, que fueron rotas por Moisés en su indignación por el pecado de su pueblo; fueron luego reemplazadas por otras nuevas tablas, escritas igualmente por Dios mismo.
Y que estas segundas Tablas de la Ley de Dios, fueron guardadas dentro del cofre que conocemos como el Arca de Dios; que testificaba acerca de la Ley de Dios que el pueblo debería guardar. En donde también se encontraba “el maná del cielo”; que testificaba acerca del sustento de Dios, durante esos 40 años qué peregrinaron en el desierto. Y la “vara de Aarón que reverdeció”, confirmando la autoridad que Dios había levantado y puesto sobre todo el pueblo elegido.
La Torah
La Torah o la Ley de Dios propiamente dicho, se refiere al Decálogo revelado por Dios al pueblo judío, que le traería orden y conocimiento del bien y del mal. Ahora, el pueblo de Dios sabría lo que es aprobado o desaprobado por Dios; y a partir de este conocimiento, se definiría conceptualmente al “pecado”, como “la transgresión a la Ley de Dios Escrita”.
Pero, además, se aplica tradicionalmente este término de la Torah, a los Cinco libros del profeta Moisés, denominado en la Versión Griega de los 70, cómo Pentateuco.
El libro del “Génesis” relata la historia de la familia de Abraham, a quienes Dios escogió para revelar su Ley. El libro del “Éxodo”, relata la salida de la esclavitud de esta familia, de Egipto, para recibir la Ley de Dios, convirtiéndose a partir de esta experiencia en “el pueblo de Dios”, que viviría bajo la Ley de Dios. El libro de “Levítico”, nos relata la extensión y aplicación de la Ley de Dios, para la vida religiosa, moral y civil del “pueblo de Dios”. El libro de “Números”, es un censo de este pueblo de Dios. Y el libro de “Deuteronomio”, (o “Segunda ley”, o “Repetición de la Ley”); tiene un pasaje muy interesante, que nos da una lista de “Las bendiciones” y las maldiciones”, condicionada por la obediencia a Dios.
“Jesús y la Ley”
En el famoso “Sermón del Monte” del Evangelio de “Mateo”, hay un acápite en que el Señor enseña sobre la Ley de Dios, dándole un sentido interpretativo, extendido, positivo y trascendental dentro del “Reino Dios”, que él vino a anunciar. Empezando este acápite, con una declaración: “Que él vino no para borrar la Ley o los Profetas, sino para cumplir cada letra”. “Y que serían pequeños o grandes, aquellos maestros que omitieran o resaltaran cada punto, cada coma de la Ley Escritural de Dios”.
“Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos”; le respondía Jesús a un joven rico que preguntaba cómo obtener la vida eterna. A lo que el joven rico preguntó: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Un fariseo preguntó a Jesús: “Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
En el “juicio de las naciones”, Jesús nos enseña que seremos juzgados por nuestro falta o cumplimiento de la “ley del amor al prójimo”.
Somos justificados por la fe
En la Epístola del Apóstol Pablo a los “Romanos”; Epístola que es llamada por los estudiosos teólogos escriturales comentaristas, “el Quinto Evangelio”; por su fundamental explicación doctrinal soteriológica acerca de “La Justificación por la fe”, en contraste a la “antigua justificación de los judíos por sus propios méritos, en el cumplimiento de la ley de Dios”.
Pablo, inicia en los primeros capítulos de su Epístola a los “Romanos”, señalando la “Culpa de la Humanidad toda”, por su negación de la existencia de Dios y la distorsión de su imagen divina en sus concepciones idolátricas; negando ese “conocimiento intuitivo” que Dios da al hombre por la “revelación natural de su grandeza”. “Porque ese Dios Invisible se deja intuir, percibir, por medio de su creación o cosas hechas.”
Para luego señalar la “Culpa del judío y el no judío”. a) Del judío que, teniendo el privilegio de la información del bien y el mal, por la “ley escrita”; la transgrede. Pablo los cuestionaba así: “Tu que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
b) Del no judío, Pablo señalaba que en sus conciencias estaba impregnada la ley de Dios, por lo que su conocimiento del bien y del mal era innato. Y aunque estuvieran desinformados de la ley de Dios escrita: “Sus propias conciencias dará testimonio, acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres, conformé al Evangelio”.
Conclusiones
* Pablo termina estas afirmaciones, sentenciando por las Escrituras que “No hay justo, ni aun uno.” Porque todos hemos incumplido la ley de Dios. Y que la ley se dio para señalar el pecado y nuestras culpas. Porque, “si no robas, pero mientes; ya infringiste toda la ley de Dios”. Fallar en un punto de la ley, es fallar técnicamente en todos.
* Pero, aparte de la Ley Escrita, se ha manifestado la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia entre unos y otros, para recibir esta salvación.
* La vieja ley no es útil todavía, en el sentido de saber que nuestra mente está informada, de “que pecado es toda transgresión a la ley de Dios escrita”. Y que, si amamos a nuestro prójimo, entonces no le haremos daño, y de esta manera cumpliremos toda la ley de Dios.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos, a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.”
(Evangelio de “Juan” 13:34)
¡Lee la Biblia!
(C.A.S.) / Un estudio reflexivo sobre la Ley del Amor