Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: “¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”
(Evangelio de “Lucas” 19: 41-44 /RVR 1960)
En un momento profético, Jesús el Mesías, lamentaba la visión escatológica que le vino de la ciudad de Jerusalén y del pueblo judío en general, anticipando su destrucción cuatro décadas antes. Su lamento era por el pueblo que vino a salvar, y del cual solo recibió su negación y rechazo.
Pero, la visión profética de Jesús y su lamento por Jerusalén, no se limitaba a su destrucción que se ejecutó en el año 70 d.C.; sino que iba más allá: hacia su sufrida dispersión por el mundo; hacia el “holocausto nazi”; hacia el retorno a su tierra de origen, y su guerra eterna de vecindad y parentesco; hacia su imagen metafórica de ser la “mecha humeante” que incendiará un día la “guerra del fin del mundo”. Y porque no decirlo; el lamento angustioso de Jesús por Jerusalén, era, además, por visualizar proféticamente a los descreídos judíos, ardiendo en el infierno del “Juicio de Dios”.
Mi oración a Dios, por este conflicto palestino-israelí, que ha tenido una trágica duración de 11 días, era: “¡Dios mío!, si todavía hay tiempo para este mundo tuyo, trae a la cordura a estos hombres que toman las decisiones en este estallido armado…”
Porque será inevitable que se desate la “guerra del fin mundo”; y después de que suceda, no habrá más mundo y toda vida orgánica será extinguida. Esta “guerra final” iniciará calendarizadamente en una hora, mes y año ya prescrito proféticamente, según lo declara la Biblia.
Digo esto; porque hay dementes que están desesperados por provocar ya, un conflicto bélico a escala global; así que azuzan conflictos regionales, mueven sus tropas, sus barcos acorazados, sus aviones para que crucen ajenos espacios aéreos. Utilizan un lenguaje verbal confrotacional y una diplomacia primitiva.
Quieren pasar del desastre pandémico del orbe urbano, al desastre bélico mundial; para tener un final de película de ficción, en que los supuestos héroes terminan esta historia de guerra enriquecidos y en una mejor posición de primacía, sin importarles para nada las vidas perdidas de poblaciones enteras.
Les digo proféticamente, ¡no se desesperen por una guerra!; porque “la guerra del fin del mundo” será ineludible. La pregunta es ¿Cuándo se dará inicio?
Particularmente, en mi consideración personal, me parece que ya estamos viviendo “una guerra bacteriológica”. Y cada vez que el representante de este tradicional organismo mundial, sale a dar comunicados, pareciera que estuviera amenazando a la población, cuando dice: “¡El próximo virus, cepa, o bacteria; será peor!”. Sin señalar ningún aliciente o salida para los pueblos.
Yo hace poco, sufrí la nueva “cepa”; esa en que estas bien, y de repente en un solo día te ataca y mata. De mi experiencia reciente, y de mi percepción, puedo describir lo siguiente: “Te lo traen por encargo; y tu sistema inmune en resistencia suma a la fuerza del bicho que te quiere invadir, provocando contracciones en tu organismo y un dolor intenso en tu cabeza, que pareciera que te estuviera matando”. Con ivermectina y unas tomas de pastillas medicadas, pude sobresalir a este ataque. Aunque se que Dios es el que me cuida y restaura. Este bicho no parecía natural; y parece estar hecho para matar. No es contagioso. He podido percibir, como mi organismo ya lo reconoce, que cae como una lluvia invisible sobre el aire en mi cabeza, como si lo estuvieran fumigando. Ahora pues, en los tiempos modernos, hasta con un dron se puede fumigar, y no me refiero a sembrados o plantíos.
Como decía, hay gente que piensan que podrán escapar de todos los males que puedan suceder en el mundo; provocado por el hombre o por la naturaleza. Porque tienen su fortaleza debajo de la tierra, o porque pueden escapar a otro planeta. Pero, una guerra nuclear, haría que todo se pudriera encima y debajo de la superficie, incluyendo toda fortaleza.
Les recomiendo leer el “Salmos” 139, en donde se exalta la Omnipresencia de Dios”; uno de sus versículos dice: “…¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (7)
¡Lee la Biblia!
(C.A.S.) Una reflexión, una opinión, una alerta