“Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño”
(Evangelio de “Mateo”2: 9/RVR 1960)
Este relato de los “reyes sabios de oriente” que habían llegado a Jerusalén, guiados por “una estrella”, en busca del “Niño Rey”; se encuentra solo en este Evangelio de “Mateo”. Y a esta “estrella” la cristiandad bautizó más adelante, con el nombre de la “Estrella de Belén”.
Esta famosa “Estrella de Belén” por ser un símbolo navideño de la cristiandad; ha estado en boca de todos alrededor del mundo, por este avistamiento que se ha tenido por la alineación de estos planetas Saturno y Júpiter; especialmente por esta “Conjuntación aparente, óptica de estos dos planetas”, desde nuestra perspectiva terráquea; este pasado 21 de diciembre del 2020.
Este espectáculo astronómico impresionante, por su brillantez ha ilusionado a nuestra subjetividad religiosa o festiva. Porque hemos visto desde nuestra perspectiva, “Conjuntándose a dos planetas”; no a dos estrellas; sabemos que las estrellas tienen luz propia y que son más enormes que estos dos planetas.
Es cierto, necesitamos ilusionarnos por un cambio; que los peores momentos que vivimos hoy, puedan cambiar por los mejores momentos que podamos vivir en un futuro próximo. Y aunque nos hemos ilusionado llamando “Estrella de Belén”, a dos planetas conjuntándose; y esperando que Fuerzas Superiores nos ayuden a mejorar el mundo y a nosotros dentro; sin embargo, la fe en Dios, no es una ilusión, sino una condición en la que Él actúa a favor nuestro.
La “Estrella de Belén”, no es algo que podamos ver o entender astronómicamente; fue un fenómeno de revelación de Dios, que fue dado a estos “reyes de oriente”, para señalarles quién era el “Niño Rey”.
Según las Escrituras, una estrella es símbolo de los creyentes que brillan en este mundo oscuro, y a los cuales Dios puede visualizar. Y las estrellas simbólicamente, más propiamente dicho en lenguaje de revelación, representan “a Ángeles”. (“Apocalipsis” 1:20). Así que es más probable que esa Estrella que veían “los reyes de oriente”, fuera un Ángel de Dios”.
Lo que les comparto a continuación es un poco de mi experiencia de fe; no para ilusionarles, sino para que tengan como referencia la confianza en el Dios que vino a Salvarnos.
Yo no puedo explicar este fenómeno de la revelación de Dios; solo puedo tratar de describirlo a manera testimonial; pues, cuando yo me convertí ha Dios, fue por “el llamado personal que Él me hizo”. Yo pude ver como “un fino rayo de luz” procedente del firmamento, impactó suavemente en mi frente, y escuché a Dios decirme: “¡Lee la Biblia!”. Así empezó mi vida cristiana.
Recuerdo cuando yo viajaba por todo el Perú, en mi juventud, formándome para ser misionero cristiano; llegué a la región de Apurímac; y con la Iglesia de una localidad fuimos a un pueblito que se encontraba casi a un día de camino y a una altura impresionante, que al río se le podía mirar como si fuera un hilo delgado que se estiraba debajo de nosotros. Habiendo cumplido con la visita a este pequeño pueblito, madrugamos para regresar y no nos gane la noche. Retornaba yo con el grupo de hermanos y pastores; caminábamos y caminábamos; hasta que el grupo desapareció de mi vista; así que caminé apresuradamente, pensando que yo me estaba quedando atrás. Hasta que pasado aproximadamente 30 minutos o más, en que caminaba apresuradamente para alcanzar a los hermanos; escuché una voz audible y lejana que me llamaba desde atrás; me decía: ¡Hermano César! Pero, yo seguía avanzando, pensando que era mi imaginación; me volvió a llamar esa voz audible, hasta que, a la tercera vez, me convencí que los hermanos estaban detrás de mi llamándome.
Regresando, encontré al grupo de hermanos que se habían apartado del camino en un campo abierto para comer; y cuando les pregunté quién me había llamado, porque yo me estaba extraviando; ninguno de ellos me había llamado, sino que ellos pensaban que yo venía detrás. Si yo no hubiera escuchado esa voz; seguramente hubiera terminado desbarrancándome, porque hubiera perdido el camino o me hubiera sorprendido la noche.
En la actualidad, por las noches, cuando cierro mis ojos ya para descansar, y aunque estoy bajo un techo; veo una estrella brillante que está sobre mí, que con su resplandor pareciera tratar de abrir una brecha en su derredor, en medio de la oscuridad del abierto cielo. Yo razono y digo, pero, como puedo ver una estrella en la oscuridad del cielo, si estoy en mi cama y bajo un techo. Entonces la estrella empieza a brillar y a moverse de un lado a otro; y yo me fascino con este avistamiento; abro mis ojos y lo cierro varias veces, para probarme que solo estoy imaginándome. Pero, vuelvo a avistar esta estrella, que pareciera querer guiar mi mirada; pero, cuando trato de seguir sus movimientos fijando mi mirada, llega un punto en que percibo mi limitación y me faltan las fuerzas mentales para seguirla.
Reitero, la fe en Dios no es ilusión, sino condición para el libre Obrar de Dios, a favor de tu historia de salvación.
¡Lee la Biblia!
(C.A.S.) / Un Comentario y una reflexión testimonial.