El trabajo como bendición...

Imagen idealizada en dibujo de Edén, el paraíso terrenal
Imagen idealizada en dibujo de Edén, el paraíso terrenal

 

 

“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.”

 

(Libro del ¨Génesis 1:19/RVR 1960)

 

 

En el “día del trabajo”, es bueno hacer una reflexión con respecto a lo que representa para la sociedad y los individuos, esta actividad tan vital, para la generación de ingreso y sostenibilidad de cada núcleo familiar. Pero, una reflexión referida a lo estrictamente relacionado a la espiritualidad de su naturaleza.

 

En el libro del “Génesis”, o “de los principios”, cuyo texto tenemos en primera línea, se dice, que, ubicado el primer hombre Adán en el Edén, Dios le dio un trabajo físico y técnico, “labrar y cuidar este huerto paradisíaco”. Este trabajo asignado por Dios al hombre, se dio antes de la “caída moral del pecado de la desobediencia al Mandato Oral de Dios”.

 

Entonces, no es verdad, que la vida del hombre en ese ambiente paradisíaco era todo fácil para él, o que éste era carente de responsabilidad y de obligaciones. Porque aparte de este trabajo físico-técnico, el hombre también tuvo todo un trabajo intelectual, que era poner nombre a todas las especies de animales que habitaban este paraíso terrenal.  Y estaba consciente de la “obligación moral” que tenía en relación a la obediencia a la Ley Oral de Dios; estaba consciente de sus afectos con su mujer y familia; y estaba consciente de su sentido de destino, de ser administrador de todo el planeta tierra.

 

El trabajo asignado al hombre en el Edén era una bendición de Dios, que convertía en tiempo útil su vida en la tierra y lo hacía copartícipe con Dios, en el cuidado y administración de todo su entorno natural o medio ecológico.

 

Ya en la “caída moral del pecado de la desobediencia del hombre”, Dios maldijo la tierra, (por lo cual ésta se degenera y está destinada a un final), y advirtió que el hombre no encontraría satisfacción ni bien permanente de su trabajo. (Génesis 3:17,18,19). A razón de que el hombre ahora, dejaba el “orden de Dios” (dependencia espiritual y sentido divino de justicia), para hacer y vivir en su propio orden; (autodependencia y limitación en sus propios criterios de supervivencia y convivencia humana).

 

El hombre ha creado su propio sistema de vida en sociedad; ha estratificado y tecnificado el trabajo, y a establecido sus escalas salariales para cada segmento de la clase trabajadora. Pero, esta sociedad creada por el hombre, refleja sus sistemas injustos, sus antagonismos de intereses, su defecto histórico que es la explotación del hombre por el hombre; y el desarrollo en la actualidad de una sociedad moderna y global, en que pocos ricos se apoderan del planeta y una gran mayoría de la población mundial, se convierte cada vez más en funcionales al servicio de esos pocos, y conformándose a ser una masa trabajadora, cada vez más con menos privilegios y beneficios.

 

Lo que digo es que el hombre, establecido en su propio sistema social, es el que genera la injusticia en lo que respecta a sus escalas salariales, y distribución de las riquezas; provocando insatisfacción y descontento en toda la clase trabajadora, en lo que respecta a la remuneración de su trabajo.

 

Pero, el trabajo, sigue siendo una bendición de Dios; que nos permite realizarnos, desarrollarnos, tener nuestra vida útil y nuestra cuota diaria de energizante fortaleza. Porque la Biblia nos enseña, que el “trabajo no mata, no enferma, sino que fortalece”. En el libro del “Éxodo”, se relata que el Faraón quiso aplicar una “política de control de natalidad sobre el pueblo de Israel”, que se había multiplicado sobre manera en Egipto, cargándoles esclavizantemente de trabajo, pensando que cansados, agotados, explotados físicamente, ellos no tendrían fuerza para estar con sus esposas; pero, error, “cuanto más trabajaban, más fuertes se hacían y se seguían multiplicando”. (Éxodo 1:12)

 

Y los cristianos vivimos en una sana regla: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. (2 Tesalonicenses 3:10b) Porque de lo que comemos, es del esfuerzo laboral y del logro de cada uno, en su honrado y modesto esfuerzo personal.

 

No tener trabajo, es un drama y una frustración enorme, para nuestras sociedades en el mundo; y es un gran desafío para los gobiernos modernos, que deben no solo lograr una justa distribución de la riqueza, sino además generar puestos de trabajo y reducir el número de aquellos que forman parte del ejército social de desocupados, que han quedado excluidos de la formalidad laboral.

 

Pienso que cuando esos pocos ricos, dejen sus egoísmos, codicias y ambiciones de apoderarse de toda región en el mundo; nuestra sociedad podrá ser más justa, más equitativa en la distribución de la riqueza, más solidaria y humana. Pero, sino sucede lo que esperamos y aspiramos, los que idealizamos un mundo mejor para todos; las guerras últimas de nuestro siglo, se dará entre una mayoría aplastante en protesta irreversible, y unos cuantos ricos, dueños de este sistema social que han construido para beneficio exclusivo de ellos mismos; “un sistema hecho para los más ricos en el mundo actual”.

 

Mientras tanto, el trabajo será un bien preciado que todo ser humano debe valorar; actividad natural característica de la criatura única y capaz, de transformar y modificar su medio ambiente natural y social, y de dirigir la ruta de la historia hacia el bien común de lo que seguimos llamando todavía hoy, “humanidad”.

 

¡Lee la Biblia!

 

 

 

(C.A.S.) / Una reflexión sobre el “Día del Trabajo”

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