“Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes y que tomar mi pacto en tu boca? Pues, tú aborreces la corrección, y hechas a tu espalda mis palabras.
Si veías al ladrón, tú corrías con él y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal, y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre ponías infamia.
Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos…”
(La Biblia: Salmos 50:16-21/RVR 1960)
La tecnología ha democratizado la comunicación y la información; y las tarjetas de créditos han democratizado el consumo de esa tecnología.
Érase una vez, cuando “la más noble de las profesiones”, el periodismo, se inicializaba en la preocupación ciudadana y el bien común.
Eran los ciudadanos quienes articulaban sus pensamientos y preocupaciones; los que denunciaban los males de la sociedad en la cual estaban insertos y quienes ingeniosamente veían el medio y la forma de comunicar a otros sus mensajes, para orientarse en acciones colectivas que logren una mejor comunidad.
Estos ciudadanos eran el policía y el juez que no toleraban las injusticias; eran los padres de familia cuya primera preocupación era un ambiente social seguro y sano, para la crianza de sus hijos; era el político con su visión futura de un mejor país; era el soldado que encarnaba a la nación y a la seguridad de su destino; era el maestro que forjaba en sus estudiantes el pensamiento y conocimiento universal; era el empresario que hacía patria; el religioso y moralista, que enseñaban que el hombre es un ser moral, por lo tanto, todas sus acciones son éticas y esa ética humana nos diferencia de los irracionales; era el hombre común, que siempre sorprendía por la sabiduría de su dedicación a las cosas simples de la vida y a la sobriedad de sus fuerzas; era la autoridad gobernante que representaba a la justicia y el bien de Dios en la tierra.
El periodismo originalmente entonces, era gratuito, idealista, desinteresado de recompensas, místico, veraz, directo, genuino, docente y decente, representativo de la comunidad, vigilante, ciudadano.
En el presente siglo XXI, el periodismo se comercializó y subsiste gracias a las grandes industrias del entretenimiento. El periodismo es hoy, por tanto, una carrera profesional y actoral.
Y hoy se denigra, porque toma partido a favor de los grandes capitales, en esa lucha solapada entre lo privado y lo público. Lo privado que quiere ver crecer sus inversiones multimillonarias a toda costa, aún contra el decrecimiento de la economía e inversión pública de una nación.
Los grandes capitales no han tenido mejor idea, no solo de promover este “sistema financiero de libre mercado sin regulación estatal”, para la conquista de los bienes del planeta; sino también, de crear una estrategia comunicacional para venderlo y hacer que sea aceptado como algo normal, desnaturalizando ese sentido de patria y de identidad nacional.
Esa estrategia comunicacional, es alinear la opinión pública, mediante la concentración de conglomerados empresariales mediáticos, para repetirnos día y noche: ¡crecimiento! Y detrás de esos conglomerados mediáticos, están otros conglomerados comerciales socios de esos grandes capitales. La concentración mediática entonces, es una práctica universal hoy en día.
Pero, la tecnología nos ha puesto de “igual a igual”; y esta aberración comercial monopólica y global, nos convoca a los ciudadanos del mundo a defendernos y a protestar, como lo hacen “los indignados en el mundo”, en esa conciencia de las grandes injusticias que roban nuestro destino como nación.
La tecnología ha devuelto al ciudadano, el medio para expresar sus verdaderas y reales preocupaciones; el medio para ser protagónicos en el día a día, de cómo se va tejiendo la historia presente y futura.
Debemos tomarnos en serio, la oportunidad que tenemos de expresarnos de manera global mediante esta herramienta que son las redes sociales; dejémonos de bobadas, de racismos, de bajezas y de ridiculeces.
La corrupción que hay en el mundo de hoy, es la causa principal del crecimiento de la delincuencia en todos los ámbitos de la sociedad. Esta corrupción universal se debe a los grandes capitales, corruptores de autoridades, de gobiernos y de todo personaje político y no político, útil al atajo por la vía rápida para el enriquecimiento ilícito y egoísta.
Los delincuentes ven a las autoridades que si no se han alquilado se han vendido; y en su lógica procesan: “Si los corruptos hoy se organizan; ¿por qué nosotros no?”
La tecnología ha devuelto “el periodismo original” al ciudadano; aportemos a ese periodismo ciudadano alturado y pensante.
El “periodismo profesional” continuará y seguirá siendo necesario; pero, el “periodismo ciudadano” se empoderará cada vez más y será su competidor imbatible.
Hagamos comunidad, construyamos identidad, construyamos ciudadanía, nuestra ciudadanía global.
¡Lee la Biblia!
(CAS)/Un ensayo personal de ciudadanía