“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado…” (2 Tesalonicenses 2:3/ RVR 1960)
Entre los muchos signos de los últimos tiempos que nos declara las páginas de la Biblia, tenemos el de “las tipologías de personajes”, que personifican, caracterizan o encarnan generacionalmente a los hombres de su tiempo o época, explicitando su naturaleza particular. Así que solo basta mencionar al personaje, y ya tenemos una comprensión clara de las tendencias generacionales relativas a su contexto histórico y antropológico.
“El hombre de pecado”, es una tipología de lo que seria característico de la última generación; y es el Apóstol Pablo quien lo revela y trata sobre este “tipo generacional”; casualmente en esta Epístola de carácter escatológico que aludimos al inicio, Epístola que cronológicamente, fue la más antigua de las otras. Pero, el Apóstol Pablo, habla del “hombre de pecado", en asociación “a la apostasía, el anti-Cristo y el misterio de iniquidad que opera en el mundo”; según esta Epístola de 2da. Tesalonicenses. Pero, en 2da Timoteo, capítulo 3, reafirmando su revelación: “Asocia al hombre de pecado a la degeneración del carácter y de la ética de los hombres de la generación final.” Según esta Epístola, el “hombre de pecado”, que en el tipo de estos personajes Janes y Jambres, que resistieron a Moisés con sus hechicerías, y no se dieron cuenta en su locura, que con su magia solo estaban contribuyendo a más plagas en contra de su propio pueblo; así mismo, estos dementes de hoy, no toman conciencia que, con sus nuevas armas, dinero y jugando a ser Dios, solo están acelerando y contribuyendo para la aniquilación del planeta tierra. “Hombres corruptos de entendimiento…”, concluye Pablo. (3:8)
Entre las diferentes acepciones de significados de la etimología de la palabra “pecado”, están: “error, transgresión, perversión, corrupción”. Así que, el pecador, es una persona que “se equivoca”, “transgrede la Ley de Dios”, “pervierte el sentido del derecho”, “es un corrupto”.
Muy a nuestro pesar, tenemos que decirlo; “el hombre de pecado” ya se manifestó hace un buen tiempo, y literalmente, estigmatiza a la generación actual. Si utilizamos uno de los significados etimológicos de la palabra pecado, entonces traduciríamos: “El hombre de pecado, es el hombre corrupto”.
“Manifestarse, es publicarse o hacerse público”; y que más publicación o manifestación que de “las autoridades públicas y funcionarios de los más altos niveles de los Estados Jurídicos y Nacionales de un País”; que a nivel mundial han sido la nota de escándalo y decepción por su grave y grande escala de corrupción.
“El hombre de pecado”, es decir, “el hombre corrupto”, a enajenado al Estado Jurídico y Nacional y a sus diferentes Órganos o Ministerios que lo componen; convirtiendo al Estado de Bienestar que debiera ser para todos los ciudadanos, en un Estado de Beneficio solo para algunos particulares, y en especial, para todos los corruptos. “El hombre de pecado”, es decir, “el hombre corrupto”, no es un delincuente cualquiera, que se solapa en alguna esquina oscura o hay que sorprender en algún barrio de mal vivir e inculto; sino que son aquellos que están disfrazados de autoridad, y hay que ubicarlos y perseguirlos dentro de casi todas las instancias estatales, gubernamentales y regionales de un país.
En el libro poético de los “Salmos”, encontramos una referencia acerca del enigma de los corruptos; se dice referencialmente, que “el corrupto nace corrupto”, (58:3). Es decir, desde el vientre de la madre, ese pequeño ser fetal y en desarrollo, va formando su individualidad y va haciendo elecciones. Por su captación del entorno familiar o social más cercano, debido a su capacidad sensoria o de radar natural propio de su naturaleza humana. Así que, “un entorno familiar o ambiente corrupto”, va marcando las preferencias de este pequeño ser.
Este mismo “Salmos”, (58:4-5), resalta lo perjudicial de su cercanía; y señala una de las peculiaridades de su naturaleza, “el corrupto tiene una singular sordera”; por lo que no escucha las voces de los demás, no se conmueve, no se sonroja, no entiende razones, solo se escucha a sí mismo.
El entorno corrupto que aumenta y el crecimiento de la delincuencia, se debe “al hombre corrupto” que está al frente de los ministerios públicos.
Cuan grande lucha enfrentamos en esta generación del “hombre de pecado”; debemos cambiar todo ese entorno social de corrupción. Y si queremos una nueva generación honesta y no corrupta: ¡Cuánto cuidado y esmero debemos poner en nuestro entorno y ambiente familiar, contra la corrupción!
Jesús, el Maestro divino, nos dio una regla de oro: “El que es fiel en lo poco, en lo mucho será fiel”. Honesto en lo poco, honesto en lo mucho.
¡Lee la Biblia!
(C.A.S.) /Una reflexión sobre los tiempos que vivimos.