“¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo? (Evangelio de “Lucas” 12:56/RVR 1960)
En la lectura de la Biblia, en mis devocionales personales, me sentía exhortado por el Señor; pues, casualmente, cada vez que abría las páginas de la Biblia o buscaba un texto bíblico en la aplicación de mi celular, se ponía ante mis ojos el texto bíblico mencionado al inicio. Y esto se repetía una y otra vez; pero yo no entendía hacia dónde debiera enfocar mi atención. Hasta que después se dio este suceso cósmico, de “la súper luna de sangre”, el pasado 20 y 21 de enero del año en curso, fenómeno similar tan peculiar que se repitió después de 150 años.
La única interpretación bíblica y profética, de este evento cósmico como una “señal de los tiempos”, es la que menciona el profeta “Joel” (2:31b), como un elemento entre un conjunto de señales develativas; y se refiere contundentemente, “a las vísperas de la venida del Señor o los tiempos finales”.
En la actualidad, nos encontramos cronológicamente a los 22 días “después de la luna de sangre”. Y debemos saber que, casi inmediatamente, después de esta “luna de sangre”, personajes siniestros, tenebrosos, “pompean por el mundo”, alborotándolo; convocándolo para traer sus guerras destructoras a su propia región; promoviendo enemistades internas y regionales; tratando de desestabilizar al tambaleante orden democrático y geopolítico vigente; procurando traerse abajo todo pacto comercial que impida el despegue del mundo multipolar; y haciendo de los “Fake News” o “noticias falsas”, su relato de verdad absoluta y descriptiva, del actual mundo contemporáneo.
El término “pompear” viene de la palabra “pompa”, y se refiere a esa “marcha o escolta real” que pasea públicamente, exhibiendo al mundo o a sus súbditos, y de manera subliminal, el alcance de su poderío monárquico o imperial.
El pasado 2018 nos ha dejado todo un panorama global catastrófico, como si la naturaleza se volviera cómplice y satisficiera las ansias destructoras de mentes desequilibradas; porque en ese contexto catastrófico de terremotos, huracanes, incendios forestales, tsunamis, y el “vapor de humo y lava” que se emitía de la activación del circulo volcánico, estos desequilibrados de raciocinio continuaban con sus guerras destructoras y con sus amenazas de traerlas al nivel nuclear.
Siempre me causó sorpresa, cuando contemplaba ese panorama de desastres provocados por los ataques del ejército de Estados Unidos, en los pueblos del medio oriente; en pro de sus “guerras liberadoras” y mirar luego, similares desastres entre la población norteamericana, provocados por catástrofes naturales.
¡Cuidado!, debemos saber que Dios fue llamado “Jehová de los Ejércitos”; y aunque “el pueblo de Israel” se atribuyó este denominativo, que se refería a ellos como “el ejército de Dios” en el Antiguo Testamento, sin embargo, “el verdadero ejército de Dios son todos los elementos de la naturaleza en el cielo, la tierra y el mar; y todos esos millares y millares de ángeles que lo controlan y ejecutan la orden del Altísimo”.
Porque si queremos hacer el mal contra otros, el mal vendrá sobre nosotros mismos; pero, si queremos hacer el bien sobre otros, el bien vendrá y se quedará sobre nosotros mismos.
Debemos saber que, después de la “luna de sangre”, el mundo ha quedado partido en dos lados definitivos; y es esta división lo que caracteriza o signa a este final del mundo en el cual viviremos en adelante.
Esta el lado de la justicia y el lado de la injusticia; el lado de la verdad y el lado del engaño; el lado del respeto a los derechos de los otros y el lado del atropello de esos derechos; el lado de la ayuda desprendida del beneficio propio y el lado de los que buscan su beneficio propio en todo lo que hacen; el lado de los insobornables que procuran el bien común y el lado de los que se corrompen por un bien particular; el lado de los que procuran preservar el planeta y el lado de los que procuran exprimir ahora la última gota de sus recursos naturales sin visualizar un mañana; el lado de los pacifistas y el lado de los guerreristas; el lado de los que hacen el bien y el lado de los que hacen el mal; el lado de los integracionistas y el lado de los segregacionistas; el lado de los morales y el lado de los amorales; el lado de los creyentes en un paraíso celestial y el lado de los creyentes en un paraíso terrenal.
Debemos saber que, después de la “luna de sangre”, no es que cada uno eligió de qué lado ponerse, sino que ahora es cuando tomamos conciencia y nos damos cuenta, del lado en que estamos.
En mi país, Perú, hay quienes están del lado “en contra del acuerdo con Odebrecht, y critican a los fiscales y procurador, que condicionaron este acuerdo”; no solo por ser lesivo económicamente al estado peruano, sino porque, además, es un acuerdo “engaña muchachos”; que ocultará a los “pesos pesados de esta gran corrupción”, que son los empresarios y peruanos transnacionalizados, y porque mantendrán el circo mediático de ataque a los políticos sencilleros. Y hay del otro lado, los que no solo promueven este acuerdo, sino, además, advierten, despreciando a los que están en contra, que este acuerdo se firmará ¡Sí! o ¡Sí!, sin importar las faltas a este acuerdo ni lo que digan u observen los demás.
Debemos saber que, después de la “luna de sangre”, los “Fake News” han dejado de ser una broma o una noticia entretenida, para convertirse en “verdad única” y en la “estratagema de dominio intelectual masivo e invasivo”, por aquellos que están de ese lado y han concluido diciendo: “Si nosotros hemos gobernado hasta aquí, por medio de nuestros títeres políticos; si el sistema económico aceptado en el mundo nos pertenece; si somos nosotros los que dictamos las leyes y los que hemos venido decidiendo que autoridad debe o no debe estar en el cargo público; si nos ha resultado el pensamiento único a través de nuestros medios, y de esta manera hemos liderado la opinión y hemos levantado o hecho caer a personajes públicos; entonces ¡fuera mascaretas! y que el mundo sepa, ¡que nosotros gobernamos!"
Debemos saber que, después de la “luna de sangre”, el mundo partido en dos lados, es otro mundo diferente al que hemos conocido; y que no debemos esperar que alguien haga algo para volver “a la normalidad del mundo pasado”; porque ya no hay retorno.
Así que los que estamos del lado de la justicia, la verdad, el bien común, la concordia y un mejor mundo, deben dejar de ser pasivos; y levantar su voz, utilizando sus propios medios de comunicación y muy especialmente, llamar con propiedad y lógica cada acontecimiento humano y social de nuestra “aldea global”.
Este es el tiempo cuando “los injustos serán más injustos, y los justos más justos”; como lo profetizó el Libro de la Revelación de Jesucristo, el Señor, en el Nuevo Testamento.
¡Lee la Biblia!
(CAS)/Una reflexión interpretativa sobre los tiempos que vivimos.