“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos…” (Evangelio de Juan 15:13,14)
Cada vez nos convencemos de la crueldad en que se actúa en esta presente generación; crueldad que expresa un desprecio evidente por la vida y por los derechos del semejante.
Nos referimos a este hecho reciente que se está haciendo habitual cada cierto tiempo en los Estados Unidos, esta vez en un cine de Aurora, en Denver, Colorado, un ser perturbado irrumpiendo en el interior de la sala de un cine, sin mediar palabra alguna, empezó a disparar ráfagas de balas matando e hiriendo a diestra y siniestra.
Si esta alma perturbada emulaba a algún personaje malévolo es algo que se sabrá en algún momento del análisis y la investigación; pero, lo que es evidente es que seres humanos perturbados psicológicamente, explotan temperamental y psicóticamente, haciendo daño a los demás; causando una incomprensión inicial de lo que hay en sus misteriosas mentes y obtusa reflexión.
Pero, el horror de estos actos criminales inmisericordes es el día a día en nuestro mundo actual; y se muestra en todas sus formas violentas y crueles, no necesariamente por seres perturbados sino: por la delincuencia común y de alto vuelo; por países y grupos extremistas; por gente ordinaria, pasional y obtusa de mente; como por gente poderosa que desprecia a los desventajados y abusa desde su privilegiado poder; por gente insana del alma, que atropella la tierna dignidad de los párvulos.
¿Qué nos está pasando? ¿Hacia dónde se dirige nuestra actual generación? ¿Qué valores dan el soporte moral a nuestra sociedad civilizada y tecnificada? ¿Cuál es la autoridad que está por encima de cada persona? ¿Qué está nutriendo este desamor y desprecio por la vida humana?
Pero, de esa historia de espanto del pasado 20 de julio en Aurora, se cuentan las historias de tres víctimas mortales, Jonathan Blunk (26), Matthew McQuinn (27) y Alexander Teves (24), que escudaron con sus cuerpos a sus respectivas novias, protegiéndolas y logrando salvarlas, aunque ellos murieron en este acto sacrificial, movidos por el más puro y noble amor.
Cada uno ama como es; dijo alguien; es decir, nuestras escalas de valores, nuestra formación personal, nuestros ideales, nuestras filosofías de la vida, nuestros conceptos y percepción del otro, nuestras virtudes y defectos, se reflejan en nuestras formas de amar y de considerar a los otros.
En una situación de presión y alto riesgo como el que se vivió en Aurora, las reacciones de momento pueden ser instintivas y de conservación auto personal; pero, personas con una formación y con un concepto superior de lo que significa la vida del otro, son capaces en esa misma situación de sacrificarse por el bien del otro. Y estos tres jóvenes que murieron por proteger a sus respectivas novias, demostraron tener un concepto y significado superior de lo que es amar a alguien; y una extraordinaria formación personal.
Historias de espantos se siguen dando cotidianamente en nuestro mundo, horrorizando a los mortales normales, al saber de la capacidad que tienen estas personas especiales para ejercer tan grande violencia y crueldad, sobre otros seres humanos. De la incapacidad que tienen para percibir el derecho del otro; ¡horror! Y de ese vacío de amor al prójimo que hay en sus almas; ¡horror! Pero, también, cuanta admiración y aliento inspiran, estos seres humanos especiales capaces de amar, de hacer bien y de sacrificarse desprendidamente por los semejantes.
El amor y el odio son emociones fuertes, fijas en el alma humana; que se aprenden, se cultivan y generan actitudes predeterminadas constructivas o destructivas.
Jesús, el Mesías, vivió un mundo similar al nuestro, un mundo injusto y violento; y él nos dejó un mensaje universal y la pauta, que a nuestro mundo solo lo salvará la fuerza del amor.
“Un mandamiento nuevo os doy (dijo Jesús): Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13:34)
Según el ejemplo y la manera en que Jesús amó al mundo; la Biblia nos enseña que “el amor no se traduce solo en palabras, sino en hechos de bien y en verdad” (1 Juan 3:18). Y el “hecho de la cruz, fue el hecho del amor de Cristo por el mundo”.
En otra parte de la Biblia, se detalla la manera o el modo en que Cristo nos amó: “sufridamente, benignamente, sin egoísmos, sin iras, sin resentimientos, sin revanchismos, crédulamente, con tolerancia y persistencia”, entre lo más resaltante. (1 Corintios 13:4-13). Tenemos un ejemplo a seguir en Cristo Jesús.
Mientras que la violencia y crueldad se nutren de un corazón cargado de amargura, de desengaño, frustración, codicia, falsos valores, rencores, odios y revanchismos, a causa de las carencias o negación de valores humanos positivos, relacionales, de ejemplos que fijen la pauta de respeto y consideración entre unos y otros.
En el mundo de hoy se sublimiza la violencia y el egoísmo de todas las formas, tanto en el mundo mediático como en el mundo real.
Las autoridades en el mundo de hoy, son los primeros violentadores de los derechos de sus conciudadanos, arremetiéndolos legalistamente, por causa de privilegiar los derechos e intereses de unos pocos en contra de toda una población. Además, la delincuencia que vive su más grande apogeo, en todas sus modalidades, a sabiendas de que la justicia se alquila y que el poder político se encuentra inmerso en la lacra de la corrupción, propiciándose la impunidad para los delitos más evidentes, predicando con los hechos valores delincuenciales en la sociedad y haciendo de la ley letra muerta.
Otros son, los imperios económicos en el mundo, que les quitan su destino a los pueblos y que sin piedad exprimen salarialmente a los trabajadores, para mantener un sistema financiero tramposo; pues, quiebran constantemente para favorecer y gratificar a unos pocos, y defraudar a muchos.
Seguirán levantándose seres perturbados y especiales negativamente, producto de una sociedad que ha puesto el valor del oro, antes que el valor de la vida; que ejercen violencia y atropellan derechos humanos de la manera más impune. Una sociedad egocentrista y que tiene un desprecio por el futuro del planeta.
Pero, gracias a esos tres jóvenes en Aurora, que dieron sus vidas por amor a sus respectivas novias; y notificaron a este mundo, que todavía hay esperanzas. Que aunque los malos son los protagónicos en todas estas historias de espanto; sin embargo, hay gente buena y noble, que nos señalan el derrotero histórico personal y social, de respeto y consideración hacia los otros.
El apóstol Juan enseñaba que el mandamiento de amor al prójimo (1 Juan 2:7), que nos dejó Jesús, realmente era un mandamiento antiguo; pero, que fue hecho nuevo o novedoso, porque Jesús lo puso en práctica. La ley del amor contra la ley de la venganza y el revanchismo.
Amemos a nuestros semejantes, porque ellos tienen familia como nosotros; tienen sueños y aspiraciones como nosotros; tienen derechos e importancia como nosotros; y sus vidas son de igual valor a la de nosotros.
Jesús, el Mesías, sentenció:”Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos…” (Evangelio de Juan 15:13)
¡Lee la Biblia!
César A. Salinas (C.A.S.)/ Una reflexión sobre el odio y el amor.