No está bien atribuir a la Ira de Dios, los desastres naturales que hoy azotan al mundo; porque la Ira de Dios será mucho más terrible que cualquier catástrofe que el globo terráqueo haya podido sufrir. Según la Biblia, la Ira de Dios desbordará en la etapa correspondiente al “fin del mundo”, epilogando la historia de la humanidad , con un terremoto de una hora de duración y en simultáneo, que se traerá abajo las grandes ciudades del mundo. (Apocalipsis 16:17-21).
Muchas de las tragedias que se sufren en la actualidad, se deben a que las viviendas construidas, especialmente de aquellas viviendas marginales de la globalización, no han tenido en cuenta las pautas de seguridad arquitectónica y no han previsto los cambios de temporadas en su medio ambiente natural circundante. Hay países desarrollados que tienen una cultura de la prevención, y se toman en serio la seguridad de sus viviendas, y sus casas construidas son anti-sísmicas o anti-huracanes, y sus asentamientos humanos no están entrecruzándose a las rutas de posibles desbordes de ríos o deslizamientos de cerros.
Pero, también es verdad, que el “Padre que está en los cielos,… hace salir su sol sobre malos y buenos, y… hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:45). En término de juicio de Dios, sus lluvias o su sol, pueden ser de bendición o castigo; de acuerdo a como los seres humanos obramos ante la vista del Omnipresente Dios. ¡Dejen de matar!; ¡dejen de abusar de los pequeños!; ¡dejen de robar al pobre!; ¡dejen de englotonarse de riquezas que no les servirá de nada, cuando el juicio de Dios arrase con toda ficticia vida moderna!; ¡dejen la violencia!; ¡dejen la perversión sexual!; ¡dejen el culto a Mamòn!; ¡dejen su indiferencia a Dios y su prójimo! Para que Dios tenga misericordia, y nos conceda tiempo para cambiar, tiempo para ser mejores seres humanos que hoy.
El gran Apóstol Pablo, enseñaba a los romanos lo complicado que es entender la soberana Mente Divina, afirmando:” ¡Cuan insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero”? (Romanos 11:33-36). Después de la “crisis de los ricos”, hoy los desastres naturales afectan a los más pobres; y uno se pregunta, pero, ¿cuál es el propósito de Dios en esta aparente discriminación de la naturaleza? Lo sorprendente de esta eventualidad natural, cuando uno mira los desastres y los lugares afectados, por los medios informativos audio-visuales, es como si estuviéramos contemplando in situ todo el mapa geográfico de la pobreza, desde el terremoto de Haití, hasta las lluvias torrenciales en el interior del Perú profundo. Mapa geográfico de la pobreza que las demagogias de los gobiernos del mundo no han podido resolver; y que los marketing de la globalización no enfocan y que hoy la naturaleza desmaquilla.
Seguramente, la pobreza en el Perú, se ha mirado como algo pintoresco que acompaña el paisaje urbano-marginal, de casitas a las faldas de los cerros de sus grandes ciudades; o de los pueblitos en esa geografía serrana, que los turistas visitantes del Cuzco y de su arqueología incaica, han recorrido y lo han visitado para un encuentro cercano y anecdótico, con el hombre andino. Pero, las lluvias han dañado esas casitas, y afectado a esta economía urbana-marginal; y que la asistencia de sus gobernantes para solucionar la precariedad de sus viviendas, no se solucionará con una pinta partidaria en lo alto de algún cerro. Y los turistas bloqueados en el Cuzco, por los deslizamientos, destrucciòn de puentes, anegación de las carreteras y vías férreas, en esta oportunidad llevaran como anécdota, que la pobreza en el Perú no es pintoresca, sino trágica.
Nuestra solidaridad cristiana, especialmente en oración a Dios, con aquellas familias urbanas-marginal; con los extranjeros visitantes; con nuestros compatriotas de Huancavelica, Puno, Ayacucho, Cuzco, Ica, y con aquellos pueblitos que nunca saldrán en algún medio, porque allí no hay una nota espectacular o interesante, solamente hay pobres. ¡Dios les asista!
La Biblia nos exhorta a cuidarnos de nuestras propias soberbias, especialmente, cuando planeamos el mañana; la Epístola de Santiago dice: “… ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberías decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.” (Santiago 4:13-16). Esta pauta es necesaria en estos tiempos; encomiéndate a Dios y se reverente en tu andar; usa estas expresiones de fe cristiana, “si Dios quiere”, “Dios mediante”, “si Dios nos ayuda”, “si Dios nos preserva todavía con vida”, “que Dios nos guarde”, “que Dios prospere nuestro negocio.”, “Dios ha sido bueno con nosotros”. El presente es nuestro, y siempre será un desafío para nuestros proyectos personales y corporativos; pero, el mañana siempre será de Dios, y sorprenderá para bien o para mal, como el amanecer torrencial en nuestro país, el primer día del nuevo año 2010.
Si todavía no estamos en la “etapa de la Ira de Dios”, ¿en qué etapa o periodo estamos? Estamos en la etapa pre- Gran Tribulación, “en los principios de dolores”; las corrientes tradicionales de interpretaciones escatológicas no distinguen y mezclan una etapa con la otra. Pero, estas etapas del fin del mundo son bien marcadas en el libro sagrado: “La Gran Tribulación”, que empieza con un incendio forestal que consume la tercera parte de los árboles en el mundo (Apocalipsis 8:7), y que termina con el arrebatamiento de la Iglesia o los redimidos (Apocalipsis 11:15,19; 14: 14-16; 15:2). “El desborde de la Ira de Dios” (Apocalipsis 16:1); sin cristianos presentes en esta etapa, y en que lo más sorprendente es la falta de capacidad de arrepentimiento y de temor de Dios, de esta generación endemoniada y condenada a pasar por el fuego de la ira de Dios. (Apocalipsis 16:9, 11,21).
La Biblia profetiza la incredulidad de la última generación sobre la tierra, que en tono burlesco, dirá: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. (2Pedro 3:4). Pero, no entienden que Dios está retardando su llegada, esperando que todos procedan al arrepentimiento. (2Pedro 3:9,10).
En la proximidad inminente del Retorno del Señor Jesús a la tierra, (porque las señales del fin son evidentes), ¿cómo debemos esperarlo? Haciendo nuestra labor, cada uno cumpliendo sus obligaciones para con Dios, su familia y la sociedad; pues, según advirtió el Gran Maestro Divino: “…estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada”. (Mateo 24: 40,41).
Los desastres naturales siempre han dejado grandes lecciones a las sociedades organizadas; lecciones duras de asimilar, especialmente cuando los desastres son inesperados y desbordan la capacidad de los gobiernos de un pueblo. Los desastres siempre probaran de qué material está hecho un país, y cuál es su capacidad de recuperación; dejando a su paso esa sensación amarga de sabernos simples mortales. Ante esta realidad no deseada de un pueblo destruido, los gobernantes son demandados a dejar de lado la demagogia y la pantomima, para dedicarse a gobernar de verdad y efectivamente, reconstruyendo la vida nacional de un pueblo.
Hay mucho de culpa en los gobiernos y en los pueblos, que no prevén las amenazas de su entorno natural y que no toman en cuenta las alertas científicas sobre el clima; no toda la culpa es de la naturaleza. ¡Gobernante, gobierna!
La benignidad de Dios, nos amanece cada día; a pesar de nuestras ingratitudes para con Dios, porque pocos dicen: ¡Gracias Dios, por este nuevo amanecer!
El Señor, me dijo, (yo solo repito su voz), diles: Cuando ellos digan: habrá lluvia, yo les mostraré el brillo del sol; y cuando digan: hoy se mostrará el sol, yo los inundaré con mis lluvias……
Alguien me dijo una vez, ¿y cómo sabes que existe?; yo le dije: No sé tú, pero yo he visto a Dios, a los 21 años de mi edad biológica, y en mis plenas facultades. Y de esa experiencia personal y extática, puedo darte la siguiente descripción: Dios es un Ser Viviente y Gigantesco; Inconfundible, tú lo puedes reconocer; en el impacto de su Presencia con el entorno natural, hay una sensación de que lo único real es El, y todo lo demás una simple ilusión. Y mientras tú lo miras, te sientes lleno, completo. Y te arrebata una emoción irracional, que te hace decir: ¡Quiero mirar siempre! Hasta que otra emoción irracional te arrebata en espanto y te hace gritar ¡Ah!; porque sientes tu miseria humana y sabes que aquel Dios es Santo. Y después que ha pasado la visión, quedas deslumbrado y el mundo a tu alrededor parece opacado; y la impresión que te deja su Presencia, te dura toda la vida.
La Biblia dice:”….su benignidad te guía al arrepentimiento”. (Romanos 2:4b).
Jesús dijo:”Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. (Mateo 25:13)
¡Lee la Biblia!
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